Si eres deportista con una enfermedad crónica, deberías evitar estos 5 errores
Índice de contenidos:
- Enfermedades crónicas y rendimiento deportivo.
- Alcohol y rendimiento deportivo.
- Diabéticos y carbohidratos.
- Hipertensos y ejercicios de alta intensidad.
- Interacciones entre medicamentos y alimentos o suplementos.
1.- Pensar que padecer una enfermedad crónica y estar medicado impide obtener mejoras en el rendimiento y en la salud
La vida activa y el ejercicio físico están asociados con numerosos beneficios para la salud física y mental, como han acreditado numerosos estudios, en especial (aunque no solo), en el caso de enfermedades cardiovasculares y diabetes (Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos. Informe del Comité Asesor de Pautas de Actividad Física , 2008] Washington (DC): Publicación ODPHP No. U0049. 2008 [citado el 24 de septiembre de 2010]. 683 p.).
Sin embargo, cuando se plantea la cuestión de la mejora de la salud y las prestaciones deportivas en personas que están tomando alguna medicación de forma crónica, tiende a pensarse en “enfermos”, personas que están al otro lado de una línea imaginaria que, o bien les impide llevar a cabo alguna actividad física o bien les impide mejorar sus prestaciones o rendimiento deportivo, cuando en realidad, esto no es así.
Tanto en personas aparentemente sanas como en personas que padecen enfermedades crónicas y están medicadas, la actividad física supone beneficios para la salud y en el caso de personas con tratamientos crónicos, en algunos casos, una ayuda enorme en el control de su enfermedad.
Además, el aumento de la intensidad de la actividad física, con ejercicios de intensidad tanto moderada como vigorosa (que deben ser correctamente pautados) se relaciona con mayores mejoras en la salud cardiorespiratoria.
Por ello, hay que huir de la idea de que un individuo que padece una enfermedad crónica y toma medicación, no puede obtener mayores beneficios, tanto para su salud como para su rendimiento deportivo, al aumentar el volumen o la intensidad del ejercicio físico (Haskell WL, Lee IM, Pate RR, y otros. Actividad física y salud pública: recomendación actualizada para adultos del American College of Sports Medicine y la American Heart Association. Med Sci Sports Exerc . 2007; 39 (8): 1423-34).
2.- Subestimar la importancia del alcohol en la salud y el rendimiento deportivo
El hecho de que uno no sea un deportista profesional, de alto nivel, parece diluir un tanto la importancia de evitar el consumo de alcohol, tanto antes como durante o inmediatamente después de la actividad física o el deporte.
Cuántos de nosotros hemos pasado una noche de ambiente festivo, con nuestras cervezas, nuestros copas de vino en un entorno de celebración familiar que se ha prolongado con los cuba-libres, para, a la mañana siguiente, ir a jugar el partido semanal de fútbol sala, de pádel o salir con la bici de montaña o carretera.
O el hecho de que tras una mañana intensa de actividad física, nos recuperemos con unas cervezas.
¿Cuántas veces hemos escuchado en el gimnasio que alguien está “quemando” los cubatas del fin de semana?
¡Gran error!
Los cubatas (el alcohol, sea cual sea su procedencia), no se quema (ni se suda) con la actividad física. Las calorías del alcohol son calorías “vacías”, puesto que nuestros músculos no pueden procesarlas, al carecer de la enzima (Alcohol Deshidrogenasa) que sirve para ello. Es decir, no podremos aprovechar las calorías del alcohol como combustible en el deporte.
Además, el alcohol tiene efecto diurético, es decir, aumenta la eliminación de líquidos, con lo cual será más fácil la deshidratación durante la actividad física (y si esto ocurre en verano, con altas temperaturas, aun peor).
Pero es que si estamos en invierno (que es más difícil deshidratarse), el alcohol se comporta como vasodilatador periférico, es decir, dilata los vasos sanguíneos que recorren nuestra piel, con lo que el peligro, en invierno, será la hipotermia, al aumentar nuestra pérdida de calor corporal.
Volvamos al verano. A lo comentado más arriba, añadamos una persona que, por ejemplo, está tomando como tratamiento para su hipertensión un diurético; la pérdida de agua (e incluso sales minerales) se incrementa, de manera que lo más probable es que se agrave la deshidratación (que puede llegar a derivar en golpe de calor).
Supongamos ahora que el deportista que estuvo de fiesta es diabético y toma Metformina para controlar sus niveles de glucosa en sangre. Pues es posible que al día siguiente, además de ser capaz de soportar mucha menor intensidad de esfuerzo, por la acidosis que provocan tanto el alcohol como la Metformina, tendrá alguna pájara debido al efecto hipoglucemiante (bajos niveles de glucosa) que provocan el alcohol y el medicamento de forma conjunta.
¿Y qué ocurre si nos tomamos las cervezas después de acabar el partido de fútbol, para reponer energías?
Pues en este caso, el alcohol continúa ejerciendo su acción diurética, con lo que interferirá nuestra rehidratación, además de alterar nuestra capacidad de reponer nuestros depósitos de glucógeno, el combustible que necesitaremos el próximo día para continuar con nuestra práctica deportiva.
3.- Los diabéticos no deben utilizar suplementos de carbohidratos
Yo crecí viendo por la tele las hazañas de Perico Delgado, de Miguel Induráin en el Tour de Francia, que querámoslo o no, es como el campeonato del mundo de ciclismo, donde compiten los mejores para ver cuál es el mejor de todos.
En realidad tengo una edad en la que a quién comencé a ver fue a Luis Ocaña y Eddy Mercks en las etapas de la tele en blanco y negro. Perico y Miguelón llegaron después, pero fue ahí cuando entendí el significado de aquello de “el tío del mazo”, que vino a ver a tal corredor.
El tío del mazo, que también he padecido yo en mis carnes, no es más que cuando se nos enciende la luz de la reserva, pero la roja, no la naranja; cuando no nos queda ni un gramo más de energía para poder seguir.
Es muy habitual que se menosprecie el suministro de energía durante la práctica deportiva, en especial, la de larga duración. Yo mismo he compartido salidas de MTB en las que algunos no llevaban nada para comer o casi peor, se llevaban un bocata de panceta.
Es como aquel de Sevilla que a va una boda en La Coruña y confía en la gasolina que le queda al coche, porque ya le echó «algo» la semana pasada.
Para el óptimo desempeño deportivo, es necesario, cuando la actividad dura más de una hora, asegurar un aporte de entre 30-60 gramos de hidratos de carbono por hora, es decir, combustible para funcionar, con el fin de no acabar con las reservas de glucógeno del organismo.
Pero, ¿qué pasa cuando nos encontramos con un diabético? ¿El peligro es de verdad la hiperglucemia, por tomar una barrita? No, el peligro de un diabético, tipo I o tipo II es la hipoglucemia, es decir, los niveles bajos de glucosa en sangre, que deben corregirse con suplementos de hidratos de carbono (10-15 gramos cada 40 o 60 minutos). Y es que el tío del mazo tiene un mazo mucho más grande para un diabético.
Los diabéticos no es que no puedan consumir suplementos de hidratos de carbono, es que deben hacerlo.
Pero además, tienen que hacer algo que los no diabéticos no tienen porqué hacer: controlar su nivel de glucosa en sangre previo al ejercicio. Y en función del resultado obtenido, pueden comenzar el ejercicio sin más o tienen que asegurar un aporte inicial de glucosa para poder comenzar; nunca dejar de tomar el fármaco hipoglucemiante o disminuir caprichosamente su dosis.
Además, tras el fin de la práctica deportiva, es necesario aportar cantidades suficientes de hidratos de carbono, con el objetivo de evitar la hipoglucemia nocturna, que además evitará la hiperglucemia de rebote que se puede producir en estos casos a la mañana siguiente ( el llamado efecto Somogy).
En el caso de los diabéticos tipo I, los que utilizan insulina, lo fundamental es controlar la hipoglucemia, es decir, la posibilidad de que el nivel de glucosa en sangre disminuya en exceso. En este tipo de deportistas, el control de la glucemia debe realizarse antes, durante y después de la sesión de ejercicio o práctica deportiva. Antes de comenzar, la glucosa en sangre no debe ser menor de 100 mg/100 mL ni mayor de 250 mg 100 mL. Durante el ejercicio, hay que vigilar los posibles síntomas de hipoglucemia y en su caso, tomar algún suplemento hidrocarbonado. Una vez acabado el ejercicio, hay que vigilar la posible aparición de hipoglucemia, que puede aparecer durante la noche o incluso al día siguiente. En algunos casos, será necesario reducir un 20-25% la dosis de insulina basal y tomar algún tentempié adecuado.
4.- Las personas hipertensas jamás tienen que hacer ejercicios de alta intensidad
Esto tiene su lógica, en principio, puesto que sabemos que cuando se realiza actividad física, la presión arterial sube, ya que es el medio que permite el aporte de sangre a los territorios activos (el músculo) para asegurar la llegada de oxígeno y nutrientes.
Y cuanto más intenso sea el ejercicio, más subirá la presión arterial (hasta cierto punto).
Por ello, podría deducirse que para las personas con hipertensión arterial (o cualquier otra enfermedad cardiovascular), los ejercicios de mayor duración y baja intensidad serían los recomendables.
Es evidente que cualquier tipo de actividad física tiene repercusiones positivas para los enfermos cardiovasculares, que además toman su medicación para el control de su enfermedad.
Pero desde hace algún tiempo, se ha venido observando que los llamados HIIT, (entrenamientos por intervalos de alta intensidad), no solo pueden ser llevados a cabo por individuos con enfermedades cardiovasculares, sino que sus beneficios pueden incluso ser iguales o aún mayores (Gayda M, Ribeiro PA, Juneau M, Nigam A. Comparison of different forms of exercise training in patients with cardiac disease: where does high-intensity interval training fit? Can J Cardiol 2016;32:485–94.).
Hay abundantes evidencias acumuladas del uso de los HIIT en personas que padecen enfermedades cardiovasculares , que mejoran su capacidad funcional y su calidad de vida, sin necesidad de tener que aumentar los riesgos que suponen la toma de medicación. (Leanna M. Ross, Ryan R. Porter, J. Larry Durstine. High-intensity interval training (HIIT) for patients with chronic diseases. Journal of Sport and Health Science 5 (2016) 139–144).
Eso sí, los protocolos para cada individuo deben ser estrictamente personalizados, en función de múltiples factores (el tipo de enfermedad que padezca, el nivel de control sobre ella, la toma de medicación o las capacidades funcionales del individuo).
5.- No dar importancia a las interacciones entre medicamentos y con alimentos
Existen estudios que describen la relación entre los efectos adversos a los medicamentos, causados algunos de ellos por sus interacciones, y la hospitalización (Einarson TR .Drug-related hospital admissions.Ann Pharmacother1993; 27:832–40).
Más del 2% de los pacientes ingresados con una reacción adversa al medicamento murieron, lo que sugiere que los efectos adversos pueden ser responsables de la muerte del 0.15% de todos los pacientes ingresados.
Al margen de los costes que esto supone para los sistemas públicos de salud, la repercusión negativa que tiene sobre la salud de las personas es evidente.
Muchas veces es relativamente sencillo detectar potenciales interacciones entre medicamentos, tanto en personas que practican deporte como en las que no lo hacen.
En el caso de las personas que desarrollan algún tipo de actividad física o deporte, esto repercute negativamente en su desempeño deportivo y a veces no se detecta la causa real y se busca una relación con la intensidad del entrenamiento, la competición (si es que la hay) o cambios en los planes nutricionales o el uso de suplementos cuya utilidad pueda ser dudosa.
Por ejemplo, Ramón ( que hace carreras de montaña), tiene el colesterol elevado y toma Simvastatina; se le prescribe un antibiótico, Claritromicina para una otitis aguda; pues bien, corre el riesgo de sufrir graves efectos adversos, derivados de la acumulación de la Simvastatina, ya que el antibiótico impide su eliminación del organismo.
Si la toma de estos medicamentos coincide con alguna prueba de larga duración, los efectos pueden ser muy graves, ya que al daño muscular que produce el esfuerzo físico se le añade el daño que provoca la acumulación de Simvastatina.
Pero esto, que podría evitarse con un consejo adecuado desde la farmacia en la que se retiran los medicamentos o por el conocimiento que el médico que prescribe el tratamiento ya tiene del paciente, a veces no es tan sencillo, pues depende de otro factor: de la genética de la persona y la mayor o menor efectividad que tenga para metabolizar los distintos medicamentos. Así, lo que para una persona no supone riesgo alguno, para otra puede suponer reacciones adversas importantes, debido a sus genes.
Pero incluso hay casos más complicados de detectar: cuando se trata de medicamentos que pueden interaccionar con determinados alimentos o simplemente su efecto puede verse alterado con la presencia o no de alimento.
Antonio, que practica natación, toma Amlodipino para regular la tensión arterial. Nunca debería tomarlo con zumo de pomelo, puesto que este zumo aumenta la concentración del medicamento en sangre y por ello, su toxicidad.
Clara, una mujer de mediana edad, deportista, que está cerca de la menopausia y toma suplementos de soja para aliviar los sofocos, no debería tomar cafeína (café, refrescos de cola o suplementos de cafeína para mejorar el rendimiento deportivo), ya que la soja aumentaría de nivel en sangre y se incrementarían al mismo tiempo sus efectos adversos.
En el caso de Juan Carlos, un paciente con insuficiencia cardiaca y cuyo cardiólogo le ha recomendado algún tipo de actividad física adecuada a su enfermedad más el medicamento Digoxina, no debería tomarlo conjuntamente con alimentos ricos en fibra, ya que disminuye su absorción y por ello, su efecto.
Ginés juega al tenis y toma Espironolactona, un diurético que elimina líquidos y le ayuda a controlar su tensión arterial. Habitualmente, como hace Rafa Nadal, en mitad de los partidos toma plátano para recuperar energía. Si abusa de los plátanos, Ginés podría desarrollar niveles excesivos de potasio en sangre (hiperkalemia), que podría llegar a ser muy peligroso.
Como estas, hay muchas posibles interacciones entre medicamentos y con alimentos, plantas medicinales y suplementos dietéticos.
En algunos casos, las consecuencias de estas interacciones pueden no ser muy relevantes, ni causar problemas graves de salud, pero en otras situaciones, las consecuencias pueden llegar a ser muy graves y comprometer la vida de las personas.
Por ello, es imprescindible conocer con detalle tanto los hábitos nutricionales como la medicación que toman los pacientes, así como aquellos suplementos deportivos que se toman, aunque sea de manera esporádica.
En ocasiones, es necesario también conocer la capacidad de metabolización que tienen los individuos, que puede variar enormemente, debido a diferencias heredadas genéticamente (farmacogenética) y que pueden llegar a ser responsables de la pérdida del efecto del medicamento, por una metabolización excesiva, o una acumulación tóxica, debido a una escasa o nula metabolización.
Gracias
Muy didáctico,bienvenido sea.
Muchas gracias.
Para cualquier aclaración, puedes contactar en mi mail.
Saludos.