El tabaco es un producto se sobra conocido y con un uso muy extendido en la sociedad actual, si bien las leyes anti-tabaco que han promulgado los gobiernos de numerosos países y las recomendaciones de organismos de salud, están haciendo reflexionar sobre la conveniencia o no del uso de esta droga.
En efecto, el tabaco es una droga.
“Droga mágica, medicamento y veneno; Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano, (y) yervas para tomar sus sahumerios que acostumbraban”. Rodrigo de Jerez.
(tomado de la revista Offarm, 2006, Juan Esteva de Sagrera, vol.5 núm. 9).
El tabaco es un planta, Nicotiana tabacum, que crece en zonas tropicales de centro y suramérica.
Desde allá la trajeron los conquistadores españoles tras el descubrimiento de América, donde se consideraba una medicina milagrosa, empleada en numerosos rituales y ceremonias no solo religiosas sino también sociales.
En el siglo XVI, el tabaco ya era conocido y utilizado en Europa, sobre todo en España y Portugal, llegando posteriormente a Inglaterra. Desde Europa, se extendió a Asia y otros lugares de mundo.
Inicialmente, en Europa, el tabaco carecía del uso ceremonial y religioso que había tenido en América; su utilización estaba más bien ligada a lo social, pero pronto comenzó a tener aplicación como medicamento, aunque pueda parecer paradójico.
Fue utilizado para combatir el dolor de cabeza (rape, esnifado); también, gracias a la salida del humo por la nariz, se le atribuían propiedades beneficiosas para combatir diversas enfermedades infecciosas.
Así, con el paso del tiempo, el tabaco adquirió importancia social, en principio era utilizado por las capas sociales más bajas, aunque luego se extendió a gentes de clase alta y adinerada. El tabaco se ha utilizado esnifado, mascado y como no, fumado de diversas formas: cigarrillo, puro, pipa.
A estas alturas, decir que el tabaco es malo, que tiene efectos perjudiciales para la salud, es tan obvio que hasta los propios fumadores lo reconocen. Está demostrada la relación del uso del tabaco con diversas enfermedades, sobre todo, cardiovasculares, respiratorias y cáncer.
Tanto es así, que desde enero de este año 2020, el Ministerio de Sanidad del gobierno de España, está financiando los tratamientos de deshabituación del tabaco, porque al final, el coste de tener que tratar a enfermos por causa del tabaco es mayor que el coste de los medicamentos para dejar de fumar.
Pero ¿cuáles son los efectos perjudiciales del tabaco?
Los conocidos por casi todo el mundo (incluidos los fumadores), se deben a las distintas sustancias que componen el tabaco. La principal responsable del efecto adictivo del tabaco es la nicotina, una sustancia química (alcaloide) que está contenido en la hoja del tabaco. Además de adicción, la nicotina ejerce efectos sobre el sistema cardiovascular (corazón y vasos sanguíneos), provocando:
- aumento de la frecuencia cardiaca
- aumento de la presión arterial
- contracción de los vasos sanguíneos del corazón (ocasiona una disminución del riego sanguíneo del propio corazón y podría desencadenar un infarto),
- reducción de la sensibilidad a la insulina, que es la hormona que regula los niveles de glucosa en la sangre, lo cual favorecerce la aparición de diabetes.
- aumento en la viscosidad de la sangre, con propensión a formar trombos.
Por otro lado, en la combustión del tabaco, se generan más de 4.000 sustancias químicas distintas, casi todas ellas perjudiciales y que están muy relacionadas no solo con enfermedades cardiovasculares, sino también con la aparición de diversos tipos de cáncer y enfermedades respiratorias.
Con este panorama, muchos fumadores se plantean dejar de fumar y sin embargo, algunos lo consiguen con cierta facilidad, en tanto que para otros es casi misión imposible.
¿Y porqué?
Aparte del grado de dependencia (es decir, cuánto fume una persona, más le costaré dejarlo), hay una cuestión genética.
Todos tenemos un sistema enzimático encargado de metabolizar todos los medicamentos y sustancias tóxicas que ingresan en nuestro organismo: se trata del llamado CITOCROMO P450 (CYP450), una gran familia de proteínas que está sobre todo en el hígado y que procesa todos lo tóxicos para que puedan ser eliminados del organismo.
Y sucede que esta gran familia del CYP450 no es idéntica en todas las personas; en algunas funciona muy rápido, en otras funciona muy lento y en otras, mitad y mitad.
Así, con respecto a la nicotina del tabaco, hay eliminadores o metabolizadores rápidos y eliminadores o metabolizadores lentos.
De este modo, los eliminadores lentos son menos propensos a fumar, fuman menos y tienen más facilidad para dejar el tabaco, mientras que los eliminadores rápidos suelen ser los que más fuman y los que más dificultades experimentan para dejar el tabaco.
Pero todo se complica cuando una persona, además de fumar, toma medicación para alguna enfermedad crónica.
El tabaco y los medicamentos no siempre son buenos compañeros de viaje.
¿Qué ocurre si estamos tomando determinados medicamentos y posteriormente comenzamos a fumar?
¿Y si tomando la medicación, decidimos dejar de fumar?
En ambos casos, hay que tomar ciertas precauciones con algunos medicamentos, pues puede verse afectada su actividad.
Por ejemplo, con ciertos antipsicóticos, como la OLANZAPINA, si nos iniciamos en el hábito de fumar, los niveles de medicamento en sangre disminuyen y por lo tanto, perderemos eficacia en el tratamiento. En el caso opuesto, si somos fumadores y con la medicación ya instaurada decidimos dejar de fumar, aumentarán los niveles en sangre, con lo que podrían aparecer efectos adversos por sobredosificación: en este caso, habría que reducir la dosis. Otro tanto de lo mismo ocurre con el HALOPERIDOL, otro anti-psicótico ampliamente utilizado.
Con un tipo de medicamentos muy utilizados en la actualidad, las BENZODIAZEPINAS, que tratan el insomnio o la ansiedad, sucede lo mismo que en el caso anterior: si comenzamos a fumar, necesitaremos más dosis para obtener el efecto terapéutico y si decidimos dejar de fumar, puede ser que se incremente el efecto y tengamos que reducir la dosis diaria o estaremos expuestos a ir zombis todo el día.
Una clase de medicamentos muy utilizados para la hipertensión arterial y las arritmias, los Beta-Bloqueantes, también se ven afectados por el tabaco: comenzar a fumar los hace menos efectivos (necesitaremos aumentar la dosis) en tanto que dejar de fumar puede ocasionar que nuestro corazón vaya excesivamente lento o disminuya demasiado la tensión arterial; en este caso, tendríamos que disminuir la dosis.
Exactamente lo mismo sucede con los anti-coagulantes, como las HEPARINAS o la WARFARINA, según comencemos o dejemos de fumar mientras estamos en tratamiento.
En todo caso, lo mejor es no fumar o si se es fumador, intentar dejar este hábito. Pronto se comenzarán a notar los efectos positivos.
Hay quien piensa que si se desarrolla alguna actividad física o se practica deporte, no es tan malo fumar, porque el deporte compensa al humo. Y no es así, no nos engañemos; los fumadores que practican deporte ven disminuidas sus prestaciones, se cansan más rápido, recuperan peor y no obtienen todo el beneficio que una vida sana puede proporcionar.
Si tienes dudas respecto al uso de tus medicamentos en relación a tu actividad física o deportiva y quieres optimizar tu salud y tu desempeño, no tienes más que pedir cita conmigo.