¿Estás en tratamiento por insuficiencia cardiaca y practicas deporte?

La insuficiencia cardiaca es una afección potencialmente grave y es más común de lo que se pueda pensar.

Las personas con insuficiencia cardiaca tienen dificultades para que su corazón bombee la sangre de manera adecuada, según las necesidades del organismo.

Aparecen síntomas tales como cansancio, fatiga, ahogo, a veces tos persistente y acumulación de líquidos en piernas, tobillos y abdomen.

El tratamiento se lleva a cabo con numerosos medicamentos, cada uno con un mecanismo de acción diferente, en función de las causas que motivan esa falta de efectividad del corazón para el bombeo de  sangre.

Para cualquier afección del sistema cardiovascular, la actividad física y el deporte son parte integral del tratamiento, aparte de la medicación y los hábitos higiénicos y de estilo de vida saludable.

Por ello, es habitual que muchos enfermos de insuficiencia cardiaca realicen actividad física, al margen de su medicación.

La  enfermedad hace que nuestras prestaciones y nuestro rendimiento se vea comprometido, también a veces por el propio tratamiento (por ejemplo, con beta-bloqueantes, que limitan la capacidad del corazón para responder a las demandas del esfuerzo).

Sin embargo, en otras ocasiones hay un factor que   pasa   desapercibido, tanto para el paciente como para los propios centros hospitalarios que lo controlan.

Se trata de los niveles bajos de hierro (ferropenia) y que además suelen causar anemia.

En los pacientes con insuficiencia cardiaca, habría que controlar los niveles de hierro, puesto que su bajo nivel se asocia con más fatiga, peor rendimiento de su corazón y peor pronóstico de la enfermedad.

No es en ocasiones la insuficiencia cardiaca la responsable de mayor  fatiga o cansancio durante la actividad física (o en reposo), sino los niveles bajos de hierro, que no se diagnostican.

Por ello, si tienes insuficiencia cardiaca y realizas actividad física o deporte, deberías tener una especial vigilancia sobre tus niveles de hierro.

Cohen-Solal A, Philip JL, Picard F, Delarche N, Taldir G, Gzara H, Korichi A, Trochu JN, Cacoub P; CARENFER Study Group. Iron deficiency in heart failure patients: the French CARENFER prospective study. ESC Heart Fail. 2022 Feb 15 [Epub ahead of print]. doi: 10.1002/ehf2.13850. PMID: 351702

Cafeína, deporte y salud: mitos frecuentes y hechos demostrados.

Vayamos al Dr. Google, que nos informa de casi todo sobre lo que queremos conocer de algún tema.

Hacemos deporte, tomamos tal vez medicación para algún problema de salud, nos gusta mucho el café y además, de vez en cuando, utilizamos algún gel o barrita energética con cafeína, que nos han dicho que va bien para el rendimiento deportivo.

Pero no estamos seguros y queremos indagar más. Así que, colocamos en el buscador:

Café: 4.160.000.000 referencias.  Madre mía, mucho parece. Refinemos la búsqueda.

Cafeína: 28.100.000 referencias.  Aún es demasiado. ¿Cómo ver 28 millones de referencias? Imposible, como mucho, puedo mirar tres o cuatro páginas, con ocho o diez enlaces por página.

Bueno, pues vamos al grano ( y nunca mejor dicho):

Café, deporte, salud: 88.400.000 referencias. Más que con la anterior.

Cafeína, deporte, salud: 2.040.000 referencias.  Vale, dos millones de referencias es otra cosa, pero sigue siendo demasiada información para revisar. Además, ¿quién me asegura que lo que encuentre tenga fundamento y sea verdad?

¿O me querrán vender alguna “moto” en algún sitio? Todo puede ser.

Y esto sólo es español, porque si coloco los términos en inglés, ya me da un patatús.

Así que, para facilitarte la cosa, me he leído los dos millones de páginas web, he escrutado cada dato para confirmar su exactitud (incluso de las páginas en inglés) y te hago un resumen rápido de cosas que creo que son interesantes en referencia a la cafeína, el deporte y la salud.

Y si acaso, otro día hablamos de la cafeína y el rendimiento deportivo.

Mito nº 1: En enfermos del corazón, tomar café aumenta el riesgo de sufrir una arritmia cardiaca.

Es un mito, no es cierto, como han demostrado algunos estudios, que el aumento en el consumo de café (incluso en altas cantidades), aumente el riesgo de padecer arritmias. Esto, como es razonable pensar, no quiere decir que se pueda beber uno (padezca o no del corazón) un barril de café o tomar suplementos de cafeína sin límite, puesto que el exceso siempre acarrea riesgo de sufrir otros efectos adversos ligados a la cafeína.

Hechos demostrados: Menos de 200 mg de cafeína al día, en embarazadas, se considera inocuo respecto a la posibilidad de aborto o nacimiento prematuro.

Fuente: American College of Obstetrics and Gynecologists.

Mito nº 2: El café (y la cafeína) aumentan la posibilidad de padecer  hipertensión.

No es cierto, puesto que la cafeína, consumida en las cantidades que son típicas y habituales en bebedores de café, no aumenta la posibilidad de padecer hipertensión, arritmia o insuficiencia cardiaca.

Hechos demostrados: El consumo de café es bueno para el hígado.

El consumo moderado de café, lejos de ser malo para el hígado, se ha demostrado como un factor protector, de forma que los enfermos hepáticos que toman café tienen menos riesgo de progresar a cirrosis (degeneración del hígado). Además, parece ser que los enfermos de hígado graso, tienen cierta mejoría en su enfermedad si son consumidores moderados de café que si no lo son.

Mito nº 3:  El aumento en el consumo de café aumenta la mortalidad por todas las causas en personas con nefropatía crónica ( enfermedad crónica del riñón).

En un estudio observacional, se halló justo lo contrario, es decir, los consumidores de café con enfermedad renal crónica tienen menos posibilidades de morir por cualquier causa que los no consumidores. Es decir, que el café no es malo para el riñón.

Hechos demostradosOjo a las bebidas energética con cafeína.

Una bebida energética con cafeína (no daremos marcas), se asocia con alteraciones de la elasticidad arterial en adultos, jóvenes y sanos.

¿Cuántos adultos jóvenes y sanos hacen a diario deporte? ¿Cuántos de ellos suelen tomar en sus ratos de ocio, bebidas energéticas con cafeína.?

La capacidad de dilatación de las arterias, imprescindible cuando le pedimos al corazón más trabajo para llevar sangre a los músculos en los momentos de esfuerzo, se puede reducir hasta un 50% de manera aguda. Por ello, ojo a este tipo de bebidas, la costumbre de consumirlas y la práctica deportiva en las horas siguientes.

Mito nº 4: Las mujeres con migraña causada por la menstruación no deben consumir cafeína.

Esto no es cierto, puesto que la asociación de paracetamol o aspirina con cafeína es más eficaz para aliviar la migraña en mujeres, tanto si tienen la regla como si el dolor es debido a otra causa.

Hechos demostrados: la toxicidad de la cafeína depende de la edad.

El umbral de toxicidad de la cafeína es de 400 mg por día, en adultos de más de 19 años.

En adolescentes (12-19 años), el límite está en 100 mg.

Teniendo en cuenta la cantidad de cafeína presente en el café y la cantidad presente en geles y barritas energéticas, hay que ser precavido a la hora de elegir estos suplementos y no perder de vista la cantidad de cafeína en los cafés del desayuno, mediodía y otros alimentos (té, cacao, chocolate).

Por término medio, un café espreso contiene 80 mg de cafeína, un americano, 154 mg,  un café instantáneo (de sobre), 57 mg y los cafés en cápsulas, entre 55 y 65 mg.

Mito nº 5: El café no influye en los niveles del colesterol malo (LDL-Colesterol) y triglicéridos.

No es cierto, porque el método de preparación del café influye en los niveles de estos dos componentes, de manera que el café sin filtrar suele provocar la elevación en los niveles de colesterol malo (LDL-Colesterol) y triglicéridos. Por ello, aquellas personas con colesterol y triglicéridos altos, deberían tomar café filtrado, que sería mucho más conveniente para su salud cardiovascular.

Hechos demostradostabaco y cafeína.

La verdad es que no se entiende muy bien cómo hay personas que hacen deporte de manera habitual y además, fuman. Porque como ya reseñé en un artículo anterior, hacer deporte no compensa ni total ni parcialmente los efectos nocivos del tabaco. Pero en el caso de deportistas que fuman, toman café y están dispuestos a dejar el tabaco, deberían saber que el tabaco aumenta la eliminación de cafeína por el organismo.

Por ello, si un fumador deja de fumar, la concentración de cafeína en su organismo puede llegar a duplicarse y por ello, sus efectos adversos. Puede que llegue a sentirse muy mal y no saber porqué. He ahí la razón.

Lo dicho, otro día hablamos de cafeína y rendimiento deportivo. Pero en serio.

 

 

 

¿Fumar es malo? los efectos del tabaco que seguramente desconocías.

El tabaco es un producto se sobra conocido y con un uso muy extendido en la sociedad actual, si bien las leyes anti-tabaco que han promulgado los  gobiernos de numerosos países y las recomendaciones de organismos de salud, están haciendo reflexionar sobre la conveniencia o no  del uso de esta droga.

En efecto, el tabaco es una droga.

“Droga mágica, medicamento y veneno; Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano, (y) yervas para tomar sus sahumerios que acostumbraban”. Rodrigo de Jerez.

(tomado de la revista Offarm, 2006, Juan Esteva de Sagrera, vol.5 núm. 9).

El tabaco es un planta, Nicotiana tabacum, que crece en zonas tropicales de centro y suramérica.

Desde allá la trajeron los conquistadores españoles tras el descubrimiento de América, donde se consideraba una medicina milagrosa, empleada en numerosos rituales y ceremonias no solo religiosas sino también sociales.

En el siglo XVI, el tabaco ya era conocido y utilizado en Europa, sobre todo en España y Portugal, llegando posteriormente a Inglaterra.  Desde Europa, se extendió a Asia y otros lugares de mundo.

Inicialmente, en Europa, el tabaco carecía del uso ceremonial y religioso que había tenido en América; su utilización estaba más bien ligada a lo social, pero pronto comenzó a tener aplicación como medicamento, aunque pueda parecer paradójico.

Fue utilizado para combatir el dolor de cabeza (rape, esnifado); también, gracias a la salida del humo por la nariz, se le atribuían propiedades beneficiosas para combatir diversas enfermedades infecciosas.

Así, con el paso del tiempo, el tabaco adquirió importancia social, en principio era utilizado por las capas sociales más bajas, aunque luego se extendió a gentes de clase alta y adinerada. El tabaco se ha utilizado esnifado, mascado y como no, fumado de diversas formas: cigarrillo, puro, pipa.

A estas alturas, decir que el tabaco es malo, que  tiene efectos perjudiciales para la salud, es tan obvio que hasta los propios fumadores lo reconocen. Está demostrada la relación del uso del tabaco con diversas enfermedades, sobre todo, cardiovasculares, respiratorias  y cáncer.

Tanto es así, que desde enero de este año 2020, el Ministerio de Sanidad del gobierno de España, está financiando los tratamientos de deshabituación del tabaco, porque al final, el coste de tener que tratar  a enfermos por causa del tabaco es mayor que el coste de los medicamentos para dejar de fumar.

Pero ¿cuáles son los efectos perjudiciales del tabaco?

Los conocidos por casi todo el mundo (incluidos los fumadores), se deben a las distintas sustancias que componen el tabaco. La principal responsable del efecto adictivo del tabaco es la nicotina, una sustancia química (alcaloide) que está contenido en la hoja del tabaco. Además de adicción, la nicotina ejerce efectos sobre el sistema cardiovascular (corazón y vasos sanguíneos), provocando:

  • aumento de la frecuencia cardiaca
  • aumento de la presión arterial
  • contracción de los vasos sanguíneos del corazón (ocasiona una disminución del riego sanguíneo del propio corazón y podría desencadenar un infarto),
  • reducción de la sensibilidad a la insulina, que es la hormona que regula los niveles de glucosa en la sangre, lo cual  favorecerce la aparición de diabetes.
  • aumento en la viscosidad de la sangre, con propensión a formar trombos.

Por otro lado, en la combustión del tabaco, se generan más de 4.000 sustancias químicas distintas, casi todas ellas perjudiciales y que están muy relacionadas no solo con enfermedades cardiovasculares, sino también con la aparición de diversos tipos de cáncer y enfermedades respiratorias.

Con este panorama, muchos fumadores se plantean dejar de fumar y sin embargo, algunos lo consiguen con cierta facilidad, en tanto que para otros es casi misión imposible.

¿Y porqué?

Aparte del grado de dependencia (es decir,  cuánto fume una persona, más le costaré dejarlo), hay una cuestión genética.

Todos tenemos un sistema enzimático encargado de metabolizar todos los medicamentos y sustancias tóxicas que ingresan en nuestro organismo: se trata del llamado  CITOCROMO P450 (CYP450), una gran familia de proteínas que está sobre todo en el hígado y que procesa todos lo tóxicos para que  puedan ser eliminados del organismo.

Y sucede que esta gran familia del CYP450 no es idéntica en todas las personas; en algunas funciona muy rápido, en otras funciona muy lento y en otras, mitad y mitad.

Así, con respecto a la nicotina del tabaco, hay eliminadores o metabolizadores  rápidos y eliminadores o metabolizadores  lentos.

De este modo, los eliminadores lentos son menos propensos a fumar, fuman menos y tienen más facilidad para dejar el tabaco, mientras que los eliminadores rápidos suelen ser los que más fuman y los que más dificultades experimentan para dejar el tabaco.

Pero todo se complica cuando una persona, además de fumar, toma medicación para alguna enfermedad crónica.

El tabaco y los medicamentos no siempre son buenos compañeros de viaje.

¿Qué ocurre si estamos tomando determinados medicamentos y posteriormente comenzamos a fumar?

¿Y si tomando la medicación, decidimos dejar de fumar?

En ambos casos, hay que tomar ciertas precauciones con algunos medicamentos, pues  puede verse afectada su actividad.

Por ejemplo, con ciertos antipsicóticos, como la OLANZAPINA, si nos iniciamos en el hábito de fumar, los niveles de medicamento en sangre disminuyen y por lo tanto, perderemos eficacia en el tratamiento. En el caso opuesto, si somos fumadores y con la medicación ya instaurada decidimos dejar de fumar, aumentarán los niveles en sangre, con lo que podrían aparecer efectos adversos por sobredosificación: en este caso, habría que reducir la dosis. Otro tanto de lo mismo ocurre con el HALOPERIDOL, otro anti-psicótico ampliamente utilizado.

Con un tipo de medicamentos muy utilizados en la actualidad, las BENZODIAZEPINAS, que tratan el insomnio o la ansiedad, sucede lo mismo que en el caso anterior: si comenzamos a fumar, necesitaremos más dosis para obtener el efecto terapéutico y si decidimos dejar de fumar, puede ser que se incremente el efecto y tengamos que reducir la dosis diaria o estaremos expuestos a ir zombis todo el día.

Una clase de medicamentos muy utilizados para la hipertensión arterial y las arritmias, los Beta-Bloqueantes, también se ven afectados por el tabaco: comenzar a fumar los hace menos efectivos (necesitaremos aumentar la dosis) en tanto que dejar de fumar  puede ocasionar que nuestro corazón vaya excesivamente lento o disminuya demasiado la tensión arterial; en este caso, tendríamos que disminuir la dosis.

Exactamente lo mismo sucede con los anti-coagulantes, como las HEPARINAS o la WARFARINA, según comencemos o dejemos de fumar mientras estamos en  tratamiento.

En todo caso, lo mejor es no fumar o si se es fumador, intentar dejar este hábito. Pronto se comenzarán  a notar los efectos positivos.

Hay quien piensa que si se desarrolla alguna actividad física o se practica deporte, no es tan malo fumar, porque el deporte compensa al humo. Y no es así, no nos engañemos; los fumadores que practican deporte ven disminuidas sus prestaciones, se cansan más rápido, recuperan peor y no obtienen todo el beneficio que una vida sana puede proporcionar.

Si tienes dudas respecto al  uso de tus medicamentos en relación a tu actividad física o deportiva y quieres optimizar tu salud y tu desempeño, no tienes más que pedir cita conmigo.

Un caso de éxito: Jesús León, triatleta

“Me llamo Jesús León, soy licenciado en ciencias de la educación  física y el deporte y ejerzo como profesor de educación física en un colegio.

Mi hijo Pablo, que ahora tiene 12 años, comenzó a practicar deporte desde pequeño y tras haber probado diversas disciplinas, se decantó por correr y por la bicicleta. Así comenzó a hacer duatlón para posteriormente añadir la natación y hacer triatlón, para lo cual entrena con el club de triatlón de Caravaca de la Cruz.

En verano de 2017, Pablo realizaba duatlones y ganaba, en su categoría, con relativa facilidad. Por diversas circunstancias, estuvo una semana en la que no pudo entrenar, aunque participaba en un triatlón algo más exigente y con deportistas de más nivel.

Como es un chico muy competitivo, enseguida se dio cuenta de que no iba a terminar de los primeros, e intentando mejorar su posición final, en la carrera a pie se exprimió al máximo y llegó a la meta exhausto, se tiró al suelo con signos evidentes de mucho cansancio. Algo habitual en un final explosivo, pero no terminaba de recuperarse y ahí comencé a preocuparme, porque estaba muy mareado, casi sin fuerza para levantarse del suelo y con mucho dolor de cabeza.

El equipo de la Cruz Roja que asistía en la prueba lo examinó y le tomó la tensión arterial, que estaba bien y un análisis de glucosa capilar, que dio un resultado de más de 200 mg/100 ml.

Como no terminaba de recuperarse, lo llevamos al hospital, por urgencias y allí todas las pruebas que le efectuaron resultaron normales.

Recomendaron revisión por su pediatra, para determinar las causas del problema.

Tras unos días, el pediatra no comprendía bien cómo los resultados de la glucemia eran tan altos, por lo que le derivó a la consulta del endocrino, por si se trataba de diabetes.

Una semana después, participó en una nueva prueba en la que le vuelve a ocurrir casi lo mismo. El equipo de la Cruz Roja le toma los niveles de glucosa en sangre capilar, que vuelven a estar muy por encima de 200 mg/dL, acompañado de todos los  demás síntomas.

Días después, en la consulta del endocrino, las pruebas que le realizan, ( sobrecarga oral de glucosa y la hemoglobina glicosilada) resultan normales.

El especialista le solicita otra serie de pruebas, pero dado que vuelve a tener competición y estaba un poco preocupado por lo que estaba sucediendo, decidí realizar una consulta a mi amigo Luis Emilio Sáez, farmacéutico,  porque sabía que él podría darme alguna de las claves de lo que estaba sucediendo.

Luis me indicó que, en principio, los valores tan elevados de glucosa tras terminar la prueba eran normales (yo pensaba, al contrario, que deberían ser bajos, dado el gasto que mi hijo realizaba en los finales de la competición). Esa glucosa tan alta era debida a la descarga de adrenalina y cortisol, que tienen el efecto de elevar el azúcar en sangre.

Me preguntó sobre los hábitos de hidratación de Pablo, al que casi nunca le gustaba beber demasiado antes de las competiciones. Así, el dolor de cabeza de los finales bien podría ser debido a la deshidratación; además, el excesivo cansancio lo atribuyó a una mala planificación en la recarga de las reservas de glucógeno en los días previos y en el día de competición.

Me recomendó cambios en las pautas de hidratación y algunos cambios en la alimentación de mi hijo en los días previos y en el día de competición.

El resultado fue excelente, porque Pablo dejó de padecer de dolores de cabeza al terminar las pruebas;  aunque con los finales explosivos llegaba cansado, la recuperación era mucho mejor y entendí que los niveles altos de glucosa en sangre, que seguían manteniéndose en el explosivo  final de la competición, eran algo normal.

En las semanas posteriores, en la consulta del endocrino, se confirmó todo lo que Luis me había indicado.

Después de todos los ajustes que hemos realizado con la alimentación y la suplementación de Pablo, aparte de los hábitos de hidratación, todos los problemas que había tenido anteriormente han desaparecido y podemos planificar mucho mejor los esfuerzos tanto en los entrenamientos como en la competición.

Por ello, le estoy muy agradecido a Luis Emilio Sáez, que supo desde el principio orientarme en una cuestión por la que estaba bastante preocupado.”

Si eres deportista con una enfermedad crónica, deberías evitar estos 5 errores

Índice de contenidos:

  1. Enfermedades crónicas y rendimiento deportivo.
  2. Alcohol y rendimiento deportivo.
  3. Diabéticos y carbohidratos.
  4. Hipertensos y ejercicios de alta intensidad.
  5. Interacciones entre medicamentos y alimentos o suplementos.

 

1.- Pensar que padecer una enfermedad crónica y estar medicado  impide obtener mejoras en el rendimiento y en la salud

La vida activa y el ejercicio físico están asociados con numerosos beneficios para la salud física y mental, como han acreditado numerosos estudios, en especial  (aunque no solo), en el caso de enfermedades cardiovasculares y diabetes  (Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos. Informe del Comité Asesor de Pautas de Actividad Física , 2008] Washington (DC): Publicación ODPHP No. U0049. 2008 [citado el 24 de septiembre de 2010]. 683 p.).

Sin embargo, cuando se plantea la cuestión de la mejora de la salud y las prestaciones deportivas en personas que están tomando alguna medicación de forma crónica, tiende a pensarse en “enfermos”, personas que están al otro lado de una línea imaginaria que, o bien les impide llevar a cabo alguna actividad física o bien les impide  mejorar sus prestaciones o rendimiento deportivo, cuando en realidad, esto no es así.

Tanto en personas aparentemente sanas como en personas que padecen enfermedades crónicas y están medicadas, la actividad física supone beneficios para la salud y en el caso de personas con tratamientos crónicos, en algunos casos, una ayuda enorme en el control de su enfermedad.

Además, el aumento de la intensidad de la actividad física, con ejercicios de intensidad tanto moderada como vigorosa (que deben ser correctamente pautados) se relaciona con mayores mejoras en la salud cardiorespiratoria.

Por ello, hay que huir de la idea de que un individuo que padece una enfermedad crónica y toma medicación, no puede obtener mayores beneficios, tanto para su salud como para su rendimiento deportivo, al aumentar el volumen o la intensidad del ejercicio físico (Haskell WL, Lee IM, Pate RR, y otros. Actividad física y salud pública: recomendación actualizada para adultos del American College of Sports Medicine y la American Heart Association. Med Sci Sports Exerc . 2007; 39 (8): 1423-34).

 

2.- Subestimar la importancia del alcohol en la salud y el rendimiento deportivo

El hecho de que uno no sea un deportista profesional, de alto nivel, parece diluir un tanto la importancia de evitar el consumo de alcohol, tanto antes como durante o inmediatamente después de la actividad física o el deporte.

Cuántos de nosotros hemos pasado una noche de ambiente festivo, con nuestras cervezas, nuestros copas de vino en un entorno de celebración familiar que se ha prolongado con los cuba-libres, para, a la mañana siguiente, ir a jugar el partido semanal de fútbol sala, de pádel o salir con la bici de montaña o carretera.

O el hecho de que tras una mañana intensa de actividad física, nos recuperemos con unas cervezas.

¿Cuántas veces hemos escuchado en el gimnasio que alguien está “quemando” los cubatas del fin de semana?

¡Gran error!

Los cubatas (el alcohol, sea cual sea su procedencia), no se quema  (ni se suda) con la actividad física. Las calorías del alcohol son calorías “vacías”, puesto que nuestros músculos no pueden procesarlas, al carecer de la enzima (Alcohol Deshidrogenasa) que sirve para ello. Es decir, no podremos aprovechar las calorías del alcohol como combustible en el deporte.

Además, el alcohol tiene efecto diurético, es decir, aumenta  la eliminación de líquidos, con lo cual será más fácil la deshidratación durante la actividad física (y si esto ocurre en verano, con altas temperaturas, aun peor).

Pero es que si estamos en invierno (que es más difícil deshidratarse), el alcohol se comporta como vasodilatador periférico, es decir, dilata los vasos sanguíneos que recorren nuestra piel, con lo que el peligro, en invierno, será la hipotermia, al aumentar nuestra pérdida de calor corporal.

Volvamos al verano. A lo comentado más arriba, añadamos una persona que, por ejemplo, está tomando como tratamiento para su hipertensión un diurético; la pérdida de agua (e incluso sales minerales) se incrementa, de manera que  lo más probable es que se agrave la deshidratación (que puede llegar a derivar en golpe de calor).

Supongamos ahora que el deportista que estuvo de fiesta es diabético y toma Metformina  para controlar sus niveles de glucosa en sangre. Pues es posible que al día siguiente, además de ser capaz de soportar mucha menor intensidad de esfuerzo, por la acidosis que provocan tanto el alcohol como la Metformina, tendrá alguna pájara debido al efecto hipoglucemiante (bajos niveles de glucosa) que provocan  el alcohol y  el medicamento de forma conjunta.

¿Y qué ocurre si nos tomamos las cervezas después de acabar el partido de fútbol, para reponer energías?

Pues en este caso, el alcohol continúa ejerciendo su acción diurética, con lo que interferirá nuestra rehidratación, además  de alterar nuestra capacidad de reponer nuestros depósitos de glucógeno, el combustible que necesitaremos el próximo día para continuar con nuestra práctica deportiva.

 

3.- Los diabéticos no deben utilizar suplementos de carbohidratos

Yo crecí viendo por la tele las hazañas de Perico Delgado, de Miguel Induráin en el Tour de Francia, que querámoslo o no, es como el campeonato del mundo de ciclismo, donde compiten los mejores para ver cuál es el mejor de todos.

En realidad tengo una edad en la que a quién comencé a ver fue a Luis Ocaña y Eddy Mercks en las etapas de la tele en blanco y negro. Perico y Miguelón llegaron después, pero fue ahí cuando entendí el significado de aquello de “el tío del mazo”, que vino a ver a tal corredor.

El tío del mazo, que también he padecido yo en mis carnes, no es más que cuando se nos enciende la luz de la reserva, pero la roja, no la naranja; cuando no nos queda ni un gramo más de energía para poder seguir.

Es muy habitual que se menosprecie el suministro de energía durante la práctica deportiva, en especial,  la de larga duración. Yo mismo he compartido salidas de MTB en las que algunos no llevaban nada para comer o casi peor, se llevaban un bocata de panceta.

Es como aquel de Sevilla que a va una boda en La Coruña y confía en la gasolina que le queda al coche, porque ya le echó  «algo» la semana pasada.

Para el óptimo desempeño deportivo, es necesario, cuando la actividad dura más de una hora, asegurar un aporte de entre 30-60 gramos de hidratos de carbono por hora, es decir, combustible para funcionar, con el fin de no acabar con las reservas de glucógeno del organismo.

Pero, ¿qué pasa cuando nos encontramos con un diabético? ¿El peligro es de verdad  la hiperglucemia, por tomar una barrita? No, el peligro de un diabético, tipo I o tipo II es la hipoglucemia, es decir, los niveles bajos de glucosa en sangre, que deben corregirse  con suplementos de hidratos de carbono (10-15 gramos cada 40 o 60 minutos). Y es que el tío del mazo tiene un mazo mucho más grande para un diabético.

Los diabéticos no es que no puedan consumir suplementos de hidratos de carbono, es que deben  hacerlo.

Pero además,  tienen que hacer algo que los no diabéticos no tienen porqué hacer: controlar su nivel de glucosa en sangre previo al ejercicio. Y en función del resultado obtenido, pueden comenzar el ejercicio sin más o tienen que asegurar un aporte inicial de glucosa para poder comenzar; nunca dejar de tomar el fármaco hipoglucemiante o disminuir caprichosamente su dosis.

Además, tras el fin de la práctica deportiva, es necesario aportar cantidades suficientes de hidratos de carbono, con el objetivo de evitar la hipoglucemia nocturna, que además evitará la hiperglucemia de rebote que se puede producir en estos casos a la mañana siguiente ( el llamado efecto Somogy).

En el caso de los diabéticos tipo I, los que utilizan insulina, lo fundamental es controlar la hipoglucemia, es decir, la posibilidad de que el nivel de glucosa en sangre disminuya en exceso. En este tipo de deportistas, el control de la glucemia debe realizarse antes, durante y después de la sesión de ejercicio o práctica deportiva. Antes de comenzar, la glucosa en sangre no debe ser menor de  100 mg/100 mL  ni mayor de 250 mg 100 mL. Durante el ejercicio, hay que vigilar los posibles síntomas de hipoglucemia y en su caso, tomar algún suplemento hidrocarbonado. Una vez acabado el ejercicio, hay que vigilar la posible aparición de hipoglucemia, que puede aparecer durante la noche o incluso al día siguiente. En algunos casos, será necesario reducir un 20-25% la dosis de insulina basal y tomar algún tentempié adecuado.

 

4.- Las personas hipertensas jamás tienen que hacer ejercicios de alta  intensidad

Esto tiene su lógica, en principio, puesto que sabemos que cuando se realiza actividad física, la presión arterial sube, ya  que es el medio que permite el aporte de sangre a los territorios activos (el músculo) para asegurar la llegada de oxígeno y nutrientes.

Y cuanto más intenso sea el ejercicio, más subirá la presión arterial (hasta cierto punto).

Por ello, podría deducirse que para las personas con hipertensión arterial (o cualquier otra enfermedad cardiovascular), los ejercicios de mayor duración y baja intensidad serían los recomendables.

Es evidente que cualquier tipo de actividad física tiene repercusiones positivas para los enfermos cardiovasculares, que además toman su medicación para el control de su enfermedad.

Pero desde hace algún tiempo, se ha venido observando que los llamados HIIT, (entrenamientos por intervalos de alta intensidad), no solo pueden ser llevados a cabo por individuos con enfermedades cardiovasculares, sino que sus beneficios pueden incluso ser iguales o   aún mayores  (Gayda M, Ribeiro PA, Juneau M, Nigam A. Comparison of different forms of exercise training in patients with cardiac disease: where does high-intensity interval training fit? Can J Cardiol 2016;32:485–94.).

Hay abundantes evidencias acumuladas del uso de los HIIT en personas que padecen enfermedades cardiovasculares , que mejoran  su capacidad funcional y su  calidad de vida, sin necesidad de tener que aumentar los riesgos que suponen la toma de medicación. (Leanna M. Ross, Ryan R. Porter, J. Larry Durstine. High-intensity interval training (HIIT) for patients with chronic diseases. Journal of Sport and Health Science 5 (2016) 139–144).

Eso sí, los protocolos para cada individuo deben ser estrictamente personalizados, en función de múltiples factores (el tipo de enfermedad que padezca, el nivel de control sobre ella, la toma de medicación o las  capacidades  funcionales del individuo).

 

5.-  No dar importancia a las interacciones entre medicamentos y con  alimentos

Existen estudios que describen la relación entre los efectos adversos a los medicamentos, causados algunos de ellos por sus interacciones, y la hospitalización (Einarson TR .Drug-related hospital admissions.Ann Pharmacother1993; 27:832–40).

Más del 2% de los pacientes ingresados con una reacción adversa al medicamento murieron, lo que sugiere que los efectos adversos pueden ser responsables de la muerte del 0.15% de todos los pacientes ingresados.

Al margen de los costes que esto supone para los sistemas públicos de salud, la repercusión negativa que tiene sobre la salud de las personas es evidente.

Muchas veces es relativamente sencillo detectar potenciales interacciones entre medicamentos, tanto en personas que practican deporte como en las que no lo hacen.

En el caso de las personas que desarrollan algún tipo de actividad física o deporte, esto repercute negativamente en su desempeño deportivo y a veces no se detecta la causa real y se busca una relación con la intensidad del entrenamiento, la competición (si es que la hay) o cambios en los planes nutricionales o el uso de suplementos cuya utilidad pueda ser dudosa.

Por ejemplo, Ramón ( que hace carreras de montaña),   tiene el colesterol elevado y toma Simvastatina;  se le prescribe un antibiótico, Claritromicina para una otitis aguda; pues bien,  corre el riesgo de sufrir graves efectos adversos, derivados de la acumulación de la Simvastatina, ya que el antibiótico impide su eliminación del organismo.

Si la toma de estos medicamentos coincide con alguna prueba de larga duración, los efectos pueden ser muy graves, ya que al daño muscular que produce el esfuerzo físico se le añade el daño que provoca la acumulación de Simvastatina.

Pero esto, que podría evitarse con un consejo adecuado desde la farmacia en la que se retiran los medicamentos o por el conocimiento que el  médico que prescribe el tratamiento  ya tiene del paciente, a veces no es tan sencillo, pues depende de otro factor: de la genética de la persona y la mayor o menor efectividad que tenga para metabolizar los distintos medicamentos. Así, lo que para una persona no supone riesgo alguno, para otra puede suponer reacciones adversas importantes, debido a sus genes.

Pero incluso hay casos más complicados de detectar:  cuando se trata de medicamentos que pueden interaccionar con determinados alimentos o simplemente su efecto puede verse alterado con la presencia o no de alimento.

Antonio, que practica natación,  toma Amlodipino para regular la tensión arterial. Nunca debería tomarlo con zumo de pomelo, puesto que este zumo aumenta la concentración del medicamento en  sangre y por ello, su toxicidad.

Clara, una mujer de mediana edad, deportista, que está cerca de la menopausia y toma suplementos de soja para aliviar los sofocos, no debería tomar cafeína (café, refrescos de cola o suplementos de cafeína para mejorar el rendimiento deportivo), ya que la soja aumentaría de nivel en sangre y se incrementarían al mismo tiempo sus efectos adversos.

En el caso de Juan Carlos, un paciente con insuficiencia cardiaca y cuyo cardiólogo le ha recomendado algún tipo de actividad física adecuada a su enfermedad más el medicamento Digoxina, no debería tomarlo conjuntamente con alimentos ricos en fibra, ya que disminuye su absorción y por ello, su efecto.

Ginés juega al tenis y toma Espironolactona, un diurético que elimina líquidos y le ayuda a controlar su tensión arterial.  Habitualmente, como hace Rafa Nadal, en mitad de los partidos toma plátano para recuperar energía.  Si abusa de los plátanos, Ginés podría desarrollar niveles excesivos de potasio en sangre (hiperkalemia), que podría llegar a ser muy peligroso.

Como estas, hay muchas posibles interacciones entre medicamentos y con alimentos, plantas medicinales y suplementos dietéticos.

En algunos casos, las consecuencias de estas interacciones pueden no ser muy relevantes, ni causar problemas graves de salud, pero en otras situaciones, las consecuencias pueden llegar a ser muy graves y comprometer la vida de las personas.

Por ello, es imprescindible conocer con detalle tanto los hábitos nutricionales como la medicación que toman los pacientes, así como aquellos suplementos deportivos que se toman, aunque sea de manera esporádica.

En ocasiones, es necesario también conocer la capacidad de metabolización que tienen los individuos, que puede variar enormemente, debido a diferencias heredadas genéticamente (farmacogenética) y que pueden llegar a ser responsables de la pérdida del efecto del medicamento, por una metabolización excesiva, o una acumulación tóxica, debido a una escasa o nula metabolización.

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Índice de contenidos:

  1. Alfredo, un gran corazón
  2. Rocío, esfuerzo sin recompensa
  3. Elena, dulces sueños
  4. ¿Quién ayuda a Alfredo, Rocío y Elena? ¿Y quién me ayuda a mi?
  5. Doctor Google
  6. La zona crítica
  7. Mi solución

 

Alfredo, un gran corazón

Alfredo es una de tantas personas, de mediana edad, que se preocupan por su salud.

Intenta llevar unos adecuados hábitos de vida, no fuma, no se priva de nada a la hora de comer aunque no hace excesos y cumple cada día con su medicación para la hipertensión arterial y una leve insuficiencia cardiaca.

Alfredo sabe que la actividad física y  el deporte son buenos para su salud. Le gusta mucho, es su pasión.  Los fines de semana no son lo mismo sin la habitual salida con la bici de carretera, acompañado por su grupo de amigos. A veces, si el trabajo lo permite, suele haber una salida más durante la semana, el miércoles o el jueves.

Sin embargo, desde hace una par de semanas,  Alfredo no acude al lugar de reunión habitual para la salida semanal.

Está un poco preocupado por su desempeño durante las últimas semanas. Como a casi todo ciclista que disfruta de su deporte, le gusta ir acompañado de sus amigos, sin sacar de punto a nadie y sin que le dejen atrás.

Pero Alfredo se está dando cuenta de que cuando la carretera se empina, le cuesta seguir el ritmo de los demás.

Al principio pensó que se trataba simplemente de un mal día, de haber descansado mal o de no haber recargado los depósitos durante la semana.

Pero día tras día, sufre en exceso y siente ser una carga para el ritmo del grupo.

Lo cierto es que a sus compañeros no les molesta en exceso tener que esperarle en determinados momentos de la ruta, pero Alfredo se desanimó y empezó a preferir salidas en solitario hasta ponerse en forma.

Comenzó a seguir un plan  físico personalizado que le prepararon en el gimnasio y apreció ciertas  mejoras, pero  seguía sin estar a la altura.

En una de sus visitas al centro de salud para sacar sus recetas,  decidió hablar con su médico de familia para plantearle el tema y buscar una solución. Este, le animó a seguir con la práctica deportiva, pero si no podía llegar más lejos, debía asumirlo como una limitación de su condición de salud y continuar con su medicación tal y como estaba prescrita, pues el resultado del tratamiento estaba siendo adecuado.

 

Rocío, esfuerzo sin recompensa

Rocío es una chica joven – así al menos se considera ella- que habitualmente retira la medicación de su padre de la farmacia y además se ocupa de preparársela en casa, pues está comenzando a padecer los primeros síntomas de demencia senil.

Con todo la dedicación  a su padre más el trabajo,  apenas le queda tiempo libre para otras actividades.

Hace dos semanas, a Rocío le hicieron la analítica de sangre del reconocimiento médico de empresa, como cada año y esta vez ve, con sorpresa, que sus valores de colesterol están más altos de lo normal.

Como es natural, decide ir a su médico de familia para ver qué es lo ha cambiado desde el año anterior, por si hubiera  que repetir el análisis.

El médico decide hacer un estudio de su colesterol un poco más extenso con una nueva analítica y los resultados se repiten:   están elevados.

“Claro, con todo el lío de mi padre, el trabajo, el estrés….la verdad es que me queda poco tiempo para otras actividades y me estoy moviendo muy poco. Además, no sé si estoy comiendo del todo bien….” comenta Rocío a su médico.

Así las cosas, el doctor hace varias recomendaciones:  lo primero, eliminar de su dieta habitual todo aquello que puede subir el colesterol;  segundo, comenzar a realizar ejercicio físico y si aun así su colesterol no disminuye, tendría que comenzar con la medicación.

Y manos a la obra; nuestra amiga Rocío empieza a comer un poco más sano, pero lo que se dice tiempo para el ejercicio, tiene poco. Apenas media hora cada día, que dedica a caminar rápido las primeras semanas e intentar correr poco a poco las siguientes.

La verdad es que nunca ha hecho demasiado ejercicio físico y no está acostumbrada a correr.

Después de tres meses,  está contenta, porque ha bajado tres kilos  de peso y lo de correr parece que se la va dando mejor.

Es hora de repetir la analítica y ver los resultados del trimestre de esfuerzo y dedicación.

Vaya desilusión; cuando Rocío  acude a la consulta, su médico le explica que aunque el colesterol está más bajo,  aún se encuentra por encima de lo normal.

Y esto, ya sólo se soluciona con medicación.

Rocío piensa que  puede dar un poco más de sí con el ejercicio y además de correr, se apunta al gimnasio.  Pero también comienza con su tratamiento para bajar el puñetero colesterol.

A cabo de tres  semanas,  la desilusión se apodera de Rocío: no se explica  porqué cada día está más cansada, no se le quitan las agujetas y le resulta casi imposible continuar con el deporte.

 

Elena, dulces sueños

Elena tiene 25 años y fue diagnosticada de diabetes hace año y medio. Comenzó con su tratamiento, además de seguir ciertos cambios en su alimentación y hábitos de vida que la dio su médico de familia.

La verdad es que la aparición de la diabetes fue un poco sorpresiva para ella, porque desde la infancia practicó deporte con de forma habitual y nunca se había sentido mal.

El caso es que desde un tiempo a esta parte, o  por haber aumentado la cantidad de actividad física, o por la aparición de la diabetes o por el tratamiento con medicamentos que está llevando, se siente excesivamente cansada a diario, pasa algo de hambre y además no termina de controlar su glucosa, que se le dispara por la mañana.

No sabe ya qué comer y cuando hacerlo y el cansancio le está haciendo plantearse si no estará apretando más de la cuenta con el deporte.

Su médico insiste en que la actividad física es fundamental en un a persona diabética y no debería dejar de tenerla como una constante en su vida, pero si realizar excesos.

 

Santiago  es el marido de Elena.

Es monitor de fitness en un centro deportivo y le ha elaborado varias tablas de ejercicios para la semana, con el objetivo de  fortalecer, mejorar su forma física y  reducir el cansancio que se apodera de ella cada día.

Está intentando adaptar el ejercicio a la realidad de la enfermedad de su mujer, pero no logra dar en el clavo y Elena se desespera sin encontrar una solución.

 

¿Quién ayuda a Alfredo, Rocío y Elena? (¿Quién me ayuda a mí?)

Rocío, Alfredo, o Elena son tres  de las muchas, miles de  personas, que desarrollan algún tipo de actividad física, practican deporte  y padecen, en mayor o menor grado, alguna enfermedad crónica que les obliga a tomar medicación cada día.

Todos ellos cuentan con el seguimiento de su médico de familia o especialista, para consultar las dudas que les plantee su enfermedad. En algunos casos, nutricionistas o monitores deportivos les ayudan a solventar las dudas de su actividad física o su dieta. Incluso, a veces, un entrenador especializado en una disciplina deportiva les ayuda con su plan para aumentar su rendimiento deportivo.

En cualquier caso, cada profesional domina su parcela y  puede aconsejar en lo relativo a su esfera de trabajo, pero, ¿y lo que compete a más de una parcela?

 

Doctor Google

Google se ha convertido en  nuestro noticiario, nuestro hombre del tiempo, nuestro asesor laboral,  nuestro nutricionista, nuestra central de reservas de vacaciones  y también en nuestro médico…… o farmacéutico.

¿Por qué no iba a poder ayudar a Alfredo, Rocío, Elena?

Si escribimos en el buscador de Google  los términos rendimiento deportivo, salud, aparecen ¡54 millones doscientas mil páginas! Ayuda de sobra, ¿verdad?

Pero es que si esas mismas palabras las introducimos en inglés, sport performance, health, obtenemos  ¡708 millones de páginas web dispuestas a solucionar nuestro problema!

Veamos con más detalle: si los términos son  deporte, medicación, tenemos 8 millones doscientas mil páginas que nos ofrecen algún tipo de información y si son rendimiento deportivo, medicación, efectos secundarios, salud, la cosa se reduce, pero aun así, son 2 millones setecientas setenta mil páginas. No tendríamos tiempo de verlas todas.

¿Cuántas veces hemos ido a buscar en internet respuestas que nuestro médico, nuestro dietista, nuestro monitor de fitness o nuestros conocidos no nos han dado o nos han dejado dudas? Muchas, seguro.

Y es aquí donde está el gran problema de Alfredo, Rocío o Elena. O de tantas otras personas. Incluido tú.

Que podemos encontrar cualquier tipo de respuesta en internet y no sabemos muy bien quién está detrás de cada información, de dónde procede la información y si es fiable.

Por no hablar de las múltiples contradicciones que nos encontramos; lo que para algunos es blanco, para otros es negro…….  O los bulos que periódicamente aparecen vía redes sociales o whatsapp   (https://saludsinbulos.com/ )  ¿de quién se fía uno?

 

La zona crítica

La zona crítica es esa parcela que tienen en común médico, nutricionista, monitor de actividad física o entrenador especializado  (Figura 1).

Esa zona común, de confluencia de las tres actividades (el medicamento o medicamentos de mi enfermedad, mi actividad física o deporte y mi nutrición o suplementación deportiva)  y que por separado, ninguno de ellos puede abarcar, es en la que se encuentra la respuesta que Alfredo, Rocío o Elena están buscando.

Es una información difícil de encontrar porque reúne aspectos relacionados con la respuesta de los medicamentos en cada individuo y su influencia en la actividad física y el deporte; en cómo en las  personas que padecen determinadas enfermedades es necesario individualizar las pautas nutricionales, no sólo en cuanto a mejorar en rendimiento deportivo, sino simplemente por una cuestión de salud. Y cómo las distintas maneras de planificar una actividad física o deportiva deben adaptarse a las características de cada individuo, que padece una determinada enfermedad y que además, está en tratamiento con medicamentos.

 

Mi solución

Y esa es mi solución, las respuestas que yo, a través de mi experiencia y mi formación, puedo aportar,  con herramientas exclusivas que permiten individualizar los consejos y las pautas de trabajo para obtener esos resultados que Alfredo, Rocío o Elena han buscado y no han podido encontrar.

Y que a buen seguro, también tú has buscado en internet, en foros,  a través de amigos o compañeros de fatigas en el deporte y que nos has podido o no has sabido hallar.

Si quieres saber más acerca de las soluciones que te ofrezco, visita mi página web, https://www.farmarendimiento.com/ donde podrás descargarte una guía gratuita y saber más acerca de los servicios que  ofrezco.